Bailando con la fregona
Sonó el teléfono por sexta vez. Lo cogí; - ¿Diga? Al otro lado, silencio… - Oiga, ¿llamaba para algo, o es que intenta aumentarle la factura telefónica a su jefe? - . Continúa el silencio. Cuelgo. Subo el volumen de la música. Suena una alegre canción pegadiza de moda. Sigo limpiando el polvo con el plumero, esta vez al ritmo de la música… Camino suave y rítmica, primero apoyando la punta, luego el talón, mientras mis hombros se mueven a un lado y a otro, cada vez más rápido y mis caderas comienzan a hacer lo mismo… La música se va apoderando de todo mi cuerpo; salto sobre el sillón y lanzo una de mis zapatillas hacia el techo, luego la otra… Salto de nuevo hacia arriba, encogiendo las rodillas a lo rockero sesentero y caigo sobre el suelo, agarrando en un rápido gesto la fregona a modo de micrófono; luego giro sobre ella, estirando los brazos hacia atrás y la cabeza, mientras coreo el estribillo de la canción; abro los ojos. Mi jefe está parado ante la puerta estupefacto. -¡Lucrecia! ¿Qué hace? Llevo dos horas intentando llamarla y usted con el silenciador del teléfono puesto. ¿Ya ha acabado de limpiar la oficina o está aún de gira de conciertos?
1 comentario
Sra Penfield -
Saludos,