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HISTORIAS DE BLOG

Adulta en la Literatura

Adulta en la Literatura

Cuando era apenas un proyecto de mujer solía soñar despierta todo el día y gran parte de la noche, hasta que me quedaba dormida. Me costaba conciliar el sueño, así que utilizaba mis propias técnicas, me inventaba los sueños y los llevaba por el camino que me apetecía hasta que ellos solos cogían rumbo hacia el país de Morfeo.

En algunos aspectos de mi vida la timidez y la fantasía eran mis acompañantes perpetuos. Nunca me atrevía a decir lo que pensaba. Cuando miro atrás, recuerdo la simpleza del pensamiento infantil, la facilidad con que la ingenuidad arreglaba todos los problemas de la humanidad.

Desde muy pequeña, mi madre fomentó en mí el hábito de la lectura. Me compraba colecciones infantiles, cómics, cuentos. Y yo los devoraba todos con avidez, con esa curiosidad por el mundo que te rodea que sólo tienen los niños.

Ya desde los tres años hacía mis primeros pinitos en la literatura de las vallas publicitarias, leyendo los anuncios de mensajes simples que se estilaban allá por los años setenta.

Poco a poco aprendí a leer yo solita, con la ayuda de mi madre, que satisfacía la curiosidad de los sonidos que significaban aquel alboroto de símbolos que se dibujaban en todas partes.

En el colegio había una biblioteca. Yo iba a diario y sacaba todos los libros que encontraba. Leía las historias de Tintín, Los Siete Secretos, libros de Jack London, las aventuras de Puck...

Cuando contaba con diez años, mi madre me pilló hojeando un libro muy gordo que se titulaba "El pájaro espino". Me dijo: -Ese libro no es para ti, lee otra cosa. Ja... eso era como plantearme un nuevo misterio que tenía que resolver ¿Por qué yo no podía leer ese libro? Tenía que averiguarlo. Así que cogí el libro a escondidas y fui página por página empapándome de la historia de un amor imposible entre una hermosa joven y un sacerdote. Era el libro más gordo que me había leído. En él habían escenas eróticas que yo no acertaba a comprender, pero que no por ello dejaban de cautivarme. Cuando lo acabé me convertí en adulta de la literatura. Los libros infantiles pasaron a un segundo plano y comencé a leer libros de todo tipo.

No soy de esas personas que retienen las historias ni los autores. Algunos libros me los llegué a leer tres veces como si cada una fuera la primera. Leía por el simple placer de leer. Por sumergirme hasta el fondo en otra vida, en otro personaje, en otra historia.

Algunas veces, al terminar una novela experimentaba una profunda tristeza. Como si entonces tuviese la obligación de incorporarme a la vida real, dejando atrás esa nueva personalidad que había adquirido durante mi lectura.

Hoy en día, podría escribir una novela de mi vida. Tengo experiencias para dar y regalar, pero sigo prefieriendo recrearme en las vidas e historias de otros. 

2 comentarios

sharon -

y el autor y todo eso??????

q chafa ehhh...

guada -

me ha encantado el blog, en especial algunos post como este
me alegro de encontrarte
un saludo