¿Hipocondríaca yo?
A los siete años de edad, decidí que los médicos y yo no nos llevaríamos bien y me negué en rotundo a ir; y por supuesto, a que intentaran ponerme una inyección. Soy alérgica a la penicilina y eso me ha servido de excusa durante años para evitar los pinchazos. Lo cierto es que cuando te haces mayor, no te queda otro remedio que empezar a ir a revisiones de todo tipo. Las más temidas: las ginecológicas.
El día que fui por primera vez después de muchos años, me descubrieron un mioma. Yo, que soy un poco fatalista, estuve un mes doblegada por el nerviosimo y me hice adicta al ginecólogo. Iba cada tres meses, pensando que el temido mioma se habría convertido en un enorme cáncer. Lo cierto es que mi ginecólogo me hace descuento cada vez que voy, por clienta asidua.
Un mal día, me levanto con un dolor en el pecho acompañado de un buen bulto. Todo mi cuerpo tembló. No pegué ojo. Y mi mente vio la película de mi vida con las repeticiones de las mejores jugadas.
Al día siguiente me fugué del trabajo para ir de nuevo al ginecólogo. Nunca pensé que llegaría a pagar dinero para que me tocaran las tetas, pero así fue. Luego, casualidades de la vida, tuve que hablar por trabajo con la presidenta de una asociación contra el Cáncer de mama, y le comenté lo que me pasaba. La mujer, muy simpática ella, me habló de chicas que con treinta años habían dejado un bultito insignificante para volver a verlo al cabo de seis meses y que se había convertido en un cáncer de mama bien extendido.
Acabé haciéndome una mamografía por recomendación del ginecólogo. Yo pensaba que era una especie de radiografía, pero lo que no sabía es que para hacértela utilizan un instrumento de tortura que te aprieta los pechos hasta convertírtelos en una tortilla.
Cuando acabó la sesión de fotografía interior, mis piernas temblaban y me sentía mareada y con ganas de vomitar. Salí de allí como pude, jurándome a mí misma no volver. El resultado: nada demasiado sospechoso; vamos, que tengo un quiste.
Hace varios días, llevé una radigrafía de mi dolorida espalda al médico. Me diagnosticó artrosis. Yo ya me vi como una de esas viejitas que caminan como cuando las muñecas de Famosa se dirigen al portal.
Creo que sí, que soy un poco alarmista. Tal vez debido a que pasé tantos años sin ir al médico que cuando fui este año por primera vez, la médico me decía: -Usted no viene mucho por aquí. Su ficha está vacía. Yo le contesté que había ido a médicos privados, por decir algo...
Lo cierto es que este año ya llevo varias visitas al médico de cabecera, al traumatólogo, al ginecólogo y estoy pensando ir a un dermatólogo.
En mi última visita al ginecólogo, tuve que cambiar. El mío habitual estaba de vacaciones y decidí ir a otro que éste recomendaba en su ausencia.
¡Qué tío! Un encanto. Cuando todavía estaba sobre la camilla y aún no me habían limpiado del gel ese que te ponen para hacerte una ecografía, él se despide de mí como si de su hija se tratara. Me da dos tiernos besos en las mejillas allí mismo.
Yo quise abrazarlo y decirle:
- Gracias por atender con tanto cariño a una pobre hipocondríaca...
3 comentarios
Arce -
historiasdeblog -
luz -
Seguir estos pasos
Y todo gracias a profesionales, familia, amigos y ..... muchas personas mas que estuvieron ahí
Luz